Este fue nuestro primer llamado, como el de Jeremías. Nos queríamos en que la anterior, y envueltas en las grandes crisis de nuestro conocimiento humano cristiano.
En aquella primera llamada, y luego la segunda en que Jesús pasó por mi vida, por nuestra vida, me pidió mi tiempo, mi persona, mi vida. Y como los Apostoles hemos respondido con euforia, con los hechos, ellos dejaron todo y siguieron a Jesús, dejamos la vida de pecado, nuestra vida doble, nuestra indolencia. Pero con el tiempo empezamos a buscar excusas y hoy en día todos estamos muy ocupados.
Eso sí Señor, “algo te voy a dar”, “algo”. Pero la cosa no era tan sencilla. Dios nunca pide algo. Dios siempre pide TODO y cuando le damos algo, Él nos deja de hablar. ¡Cuidado! ya no nos habla, empieza a callarse. Y uno empieza a sentirse solo, empieza el vacío interior y tenemos la sensación como si Dios comenzara a retirarse. Es que tenemos que comprender que nuestro algo para Él significa todo, y entramos de lleno en la crisis como Pedro, que había abandonado todo en la primera llamada pero que fue un seguimiento de tres años muy superficial. En cuanto Jesús habla de la Cruz él se escandaliza. ¡Esto sí que no, Señor! En la Pasión se ve toda su poca consistencia en la conversión y seguimiento pues hay una triple caída, triple traición. Su conversión era superficial. Su autosuficiencia y sus miras humanas lo derrumbaron. Y Jesús aprovecha esa misma crisis para volver a llamarlo a la conversión más madura y decisiva. Y por tres veces le dice: “Pedro ¿me amas más que estos?”; “Señor tú sabes que te amo”.
Nosotros, al igual que Pedro, escuchamos en algún momento de nuestra vida la llamada a la conversión. Decidimos tomar en serio el cristianismo, seguir a Cristo con todo. La presencia del Señor era sentida, la oración nos aportaba consuelo, e compromiso apostólico social nos llenaba, no queríamos ponernos límite a la caridad y al sacrificio.
Con el tiempo todo fue cambiando: vino la crisis lenta y progresiva (lo que los Papas llaman el cansancio de los buenos), los valores evangélicos perdieron atracción, la presencia sensible del Señor se iba diluyendo en la oración, vino la aridez, seuqedad espiritual, oscuridad, vino la primera tentación: abandonar la oración personal. ¡Cuidado! Cuando esto comienza a ser realidad ¡Alerta! La primera gran tentación es abandonar la oración personal, después lo demás cae lentamente, pero en forma implacable: los compromisos apostólicos se hacen con rutina, los trabajos y problemas que tenemos que abordar se van repitiendo con fatigosa similitud, y debemos hablar siempre de las mismas cosas, la naturaleza se rebela, vienen las desilusiones, los fracasos y vemos la relatividad de nuestro empeño.
Las dificultades, obstáculos y persecuciones se van multiplicando. A veces las persecuciones vienen de donde menos lo pensamos: de los compañeros de trabajo, de las autoridades eclesiáles, sacerdotes; y de repente sobreviene el cansancio, un deseo de independencia, de hacer algo más interesante, de hacer nuestra vida, un deseo de instalarnos, de trabajar lo indispensable, sin búsqueda, sin cambio, sin creatividad, y empezamos a buscar excusas. Nos habían servido la sopa demasiado caliente, el caldo era demasiado gordo para rebajarlo de un solo saque, y buscamos un momento para diluirnos en la masa, ser uno más de la manada, era más fácil ser uno más que ser luz que tiene que ser puesta sobre la mesa.
Pero siempre de nuevo en medio de la crisis, de la indiferencia total, de la aridez, en el silencio interior, nos miraba el Señor, nos miraba Jesús, tenía clavada su mirada en nosotros, como miraba a Pedro la noche de la triple acción. Era una mirada de interrogación silenciosa, pero muy fuerte: ¿Vienes conmigo o te vas? Es que para seguir a Jesús hay que ser muy pobre, hay que tener un corazón humilde, nada de creerse algo, nada de creerse señores de la historia, nada de ser trepadores.
...Siempre nos brotó el Señor, pero en medio de la crisis nuestra mente quedó perturbada porque nos empezaba a parecer que el Señor no correspondía a esta época actual, no comprendía a esta época, que el Evangelio, la Biblia, tenía muchas cosas discutibles, que habíamos leído en ciertos libros y revistas científicas en la facultad y fuera de la facultad, que éramos suficientemente inteligentes, ya pertenecíamos a la clase de los inteligentes, y que ya no nos caía bien el escuchar hablar de huir del pecado, la ocación de tomar en serio el amor. Y Jesús se nos vino a hacer muy pesado.
En una palabra un día nos cansamos, nos cansamos de ser testigos, de luchar solos, de ser incomprendidos, nos cansamos de remar contra la corriente porque nos daba la impresión que el mundo no tenía interés de seguirnos por un camino de amor, para crear una civilización de amor; que le gusta más este cine repugnante, esa TV vacía de contenido, estas revistas donde vemos la provocación contra la moralidad, la religión, la decencia.
...Nosotros los dirigentes hemos recibido no solamente gracias especiales, sino gracias muy grandes, sin las cuales no estáriamos en el lugar que ocupamos hoy dentro de la Iglesia.
Como es lógico, surge en nuestro interior la pregunta que hizo el joven rico: -“¿Qué tengo que hacer Señor?”
-Vende lo que tienes y dáselo a los pobres, después ven y sígueme.”
La conclusión se impone, tendremos que arremangarnos de nuevo, al mundo no le molestan los que se quedan callados. El que fastidia, el que molesta, es el que habla. Téngalo presente. A veces tenemos miedo de ser calificados como molestos, como perturbadores y nos gustaría tal vez ser como antes, únicamente admiradores de Jesús, y no sus seguidores y apóstoles. “VENDE” ¿qué cosa? Tu comodidad, tu pereza espiritual, “ven y sígueme”. Pero queremos seguir acusándonos, hemos entrado en otra etapa de la vida, con otras necesidades y problemas; la segunda gran tentación. Es que tenemos que saber que el Señor tiene una sola etapa: SER AMADO Y AMAR AL OTRO y tiene una sola necesidad: salvar al mundo, a los hombres sus hermanos. No hay otra etapa, no hay otra necesidad. El día en que Jesús sea tomado en serio, el mundo será más humano y fraternal.
...Muchos se fueron, muchos se van, jornadistas jóvenes de mi parroquia, de la universidad, de lso centros de trabajo, y nosotros tal vez preocupados por agradar a nuestro pequeño grupo, buscando reconocimiento, buscando la gloria. El apóstol acepta el cariño del pueblo, pero no se hizo apóstol para buscarlo. Se acepta el cariño del pueblo porque lo necesitamos, por eso el Señor nos dio un corazón de carne, pero no lo buscamos. Si el pueblo se muestra agradecido bien ¡en buena hora!, pero no vamos a ir a buscar esa gloria. Hemos cometido un terrible pecado de omisión, muchos se fueron, los dejamos ir. Y no nos preocupa buscarlos, y el Señor nos dice: “Yo mismo recogeré el resto de mi rebaño”.
Podríamos tener al mundo en nuestras manos y en cambio nos arrodillamos ante Él, como el pueblo de Dios se arrodilló en el desierto ante el becerro de oro.
...Quizás llegue el día en que lleguemos a ser profetas como Jeremías y nos lancemos a todos los caminos, porque como Jeremías fuimos llamados, elegidos, purificados y destinados.
¡Señor! Hoy te queremos agradecer, sí agradecer, porque nos sigues importunando, en buena forma. Que no nos dejas tranquilos en nuestras comodidades y en nuestras crisis, porque no nos dejas escapar cuando te traemos excusas baratas.
¡Gracias Señor! Porque estoy pasando, o he pasado, o he de pasar por la crisis del cansancio de los buenos, porque así he vuelto a ser más pobre y humilde, más desconfiado de mis propias fuerzas y me he vuelto más confiado en tu fuerza; en la fuerza de tu Espíritu Santo. Porque el apóstol es siempre un hombre que no está todavía hecho, que tiene que seguir luchando para ser como Tú. No estamos realizados, no estamos todavía hechos.
¡SEÑOR! Discúlpame que aquí hago una cotación pues analizando tu vida creo que también tuviste tu bajón de cansancio, perdonáme Señor esta impresión un poco atrevida pues creo descubrirlo cuando dijiste: “Hasta cuando tengo que aguantar esta generación incrédula! ¡Hasta cuando tengo que soportarlos!”, pero también agregaste: “venid conmigo a un lugar solitario a descansar un poco”.
¡Gracias Señor! Por habernos llamado de nuevo junto a Ti para rever nuestra vida.
Señor, te confieso sinceramente: tengo amor a los hombres mis hermanos, si no no estaría aquí. Creo Señor que Tú eres la única respuesta de nuestro tiempo. Que todos te están esperando, tal vez sin saberlo con claridad; porque desde aquellas palabras: “Cuando yo sea levantado en alto todo lo atraeré a Mí” ya nadie puede vivir como si tú no hubieses pasado por el mundo. Como si tú no estuvieras en el mundo.
¿Cuál es la solución para salir, para vencer este cansancio? En el fondo se trata de redescubrir los grandes valores que nos atrajeron al comienzo al comienzo bajo una nueva luz. ¿Y cuál es la solución? Seguir ORANDO. Parece mentira cómo se está repitiendo esta palabra, REZAR. Pero rezar en la pobreza, y esto no es tan fácil. Rezamos muchas veces con angustia, con miedo, con temor, con desconfianza. Pero rezar con pobreza no es tan fácil, ¿Y qué significa esto de rezar con pobreza? Lo que hizo la Virgen cuando recibió el gran anuncio, cuando recibió los grandes piropos ¡DIOS TE SALUDA! ¡la mujer llena de Gracia! No hay nadie en la Tierra que haya escuchado alguna vez un piropo más grande de parte de DIOS, como esta mujercita, muy joven, desconcertada.
Por eso, la gran renovación para volver al primer fervor es seguir orando, entregándose a los demás. Trabajando y esperando con oscuridad y aridez, inspirados en las convicciones de la Fe.
¡Señor, dame un corazón de pobre! Para que esté disponible totalmente a la acción Divina como María tu madre.
¡Señor, devuélvenos nuestro primer fervor! Vuelve a calentar nuestro corazón con tu amor. No me dejes en mi frialdad, apatía e indiferencia.
¡Tengo nostalgia de tu Amor! Has dicho: “He venido a traer fuego”, dame algo de tu fuego para incendiar al mundo de Amor. Pero empezar aquí Señor, en esta Jornada, amar a los que están aquí, contribuir con mi aceptación del otro, con mi respeto, a formar una comunidad de amor par luego llegar al gran sueño: “La civilización del amor”.
Tenemos que empezar aquí y como dije anoche: “alguien viene, es Jesús”.
Salgamos a su encuentro para decirle: ¡quédate con nosotros Señor! Porque para el compromiso cristiano no hay mañana, es hoy cuando tiene que realizarse.
Por eso Señor, con sencillez de corazón te volvemos a repetir: Quédate con nosotros para comenzar a amarnos y ser un testimonio ante los hombres, testimonios de Amor.
¡Que así sea!
P. Adán Recofsky.
Ave María y Adelante...!
De Colores...!