Los Juegos Olímpicos modernos nacieron a finales del siglo XIX por el Pedagogo, historiador y varón Francés Pierre de Coubertin quien lo pudo concretar en Atenas en 1896 convirtiéndose en el primer Juego Olímpico de la era moderna.
La ideal del Varón de Coubertin es de reunir a la juventud del mundo para celebrar la paz de los pueblos. Idea muy noble en tiempos donde ya se vislumbraba épocas de conflictos globales.
El Varón se inspiro en las pruebas de los épicos Juegos olímpicos de la era clásica Griega donde se competía por el honor celebrando a los dioses olímpicos. Estas celebraciones tenían un tono No solo deportivos y culturales, sino además religioso.
Pierre de Coubertin quiso rescatar la riqueza simbólica de los juegos clásicos con deportes modernos y además conservo el rito de la Antorcha Olímpica y el fuego sagrado. Este rito tiene un símbolo tan poderoso que nunca perdió su significado.
Se trata de llevar una antorcha con el Fuego regalado por Zeus a los hombres para iluminar sus tíñelas del desconocimiento de los mortales y abrigar el frio de su mortalidad. Este fuego provenía del sol en Olimpia (Grecia) quien lo provocaban por medio de espejos cóncavos y se trasladaba hasta la cede de dichos Juegos. Generalmente lo trasladaba un campeón Olímpico.
Todo esto fue y es fiel a la visión de hacer una celebración deportiva para deportistas jóvenes y amateurs.
Hasta el día de hoy el símbolo del fuego sagrado tiene gran vigencia. Pues por eso en la ceremonia de apertura se hacen los juramentos tanto de los deportistas como de los jueces ante el fuego sagrado quien los protegerá y vigilara a los atletas y jueces durante todos los juegos olímpicos.
Para los cristianos, este simbolismo no es familiar y hasta podríamos hacer una lectura a la luz evangélica. El Fuego Sagrado (es decir, Dios, Espíritu Santo) no protege y vigila en todo momento en las Pruebas de nuestra vida.
En futuras entregas vamos a especificar como a través de los sucesivos juegos, Atletas de todas partes del mundo y de distintas épocas han sentido especialmente ese fuego sagrado que les quemaba por dentro pero lejos de consumirse.
Ave María y Adelante..!
De Colores..!