Yo aporté otra hipótesis, al futbol lo creo Dios, o en todo caso Dios inspiró a los hombres para que lo inventaran como inspiró a los evangelistas o a los apóstoles al escribir las santas escrituras. Varios de mis amigos se rieron y hasta otros que compartían mis mismas creencias se agarraron la cabeza como si fueran fariseos rasgándose sus vestiduras al oír una blasfemia. El más sensato de ellos preguntó en que basaba mi teoría.
Fue Dios quien condujo a los uruguayos a la victoria en la final de 1950, al igual que guió a los israelitas contra los filisteos. Fue Dios quién ungió a Obdulio Varela para ser el líder de los charrúas, un tipo intachable y de valor inextinguible, al igual que lo hizo con David. Los uruguayos silenciaron a un Maracaná lleno de brasileños en un mundial preparado para que el campeón sea el dueño de casa.
Jugador de Futbol y héroe se nace, y así como bendijo a Varela lo hizo con el Matías Sindelar, el bailarín de papel, goleador increíble de la selección austriaca. Luego de la anexión de Austria con la Alemania Nazi, los mejores integrantes de la selección austriaca fueron obligados a jugar para Alemania, pero Sindelar fue el único que se resistió a vestir los colores alemanes. Para celebrar la unificación alemana, el mismo Adolf Hitler propuso un amistoso entre la selecciones de Austria y Alemania. Sindelar jugó para su madre tierra y le convirtió cuatro goles a los alemanes y a sus ex compañeros de selección que habían juagado para el equipo contrario.
Fue la mano de Dios quién quiso herir el orgullo europeo, bendiciendo a un equipo invencible que deleitaba y hasta era un placer viéndolos jugar, ellos se llevaron tres mundiales de la mano de Pelé, Garrincha y Jairzinho, ellos también fueron ungidos.
Y Mientras los Alemanes eran los campeones de la copa, los Húngaros de la mano de Ferenc Puskas en el mundial de 1954, quedaron inmortalizados como los campeones sin corona, recordados propios campeones por su excelente futbol, Y Dios quiso que se repitiera la historia 20 años después con la Holanda de Johan Cruyff, para demostrar que los segundos a veces son más recordados que los propios campeones, por haber conquistando el honor y no el vil metal.
Y también fue la mano de Dios quien bendijo a un morochito que hacía realidades las fantasías en villa Fiorito. No fue la mano de Dios que sacó ventaja ante Peter Shilton, pero si fue la mano de Dios eludiendo Ingleses hasta dejarlos tirados en el piso, para darle alegría a todo un país consumido por el dolor después de tantos años de sufrimiento y con las heridas abiertas. Y ese morochito agradeciendo al cielo en cada partido, sabiendo que no estaba sólo, sino que Dios estaba con él, aunque haya caído mil veces.
Y sin duda fue la mano de Dios quien creó el futbol para alejar a los pibes de la marginalidad y la delincuencia. Fue Dios, unificando diferencias por esta misma pasión. Fue Dios celebrando la amistad en un picado con amigos. Y es Dios también que llora cuando su futbol cae en manos de la violencia y el poder, es decir cuando cae en manos del maligno y los hombres se dejan llevar por el de abajo. Pero sigue siendo de él cada cuatro años cuando todas las razas dejan de lado las políticas, las diferencias, las razas, las religiones y las culturas para rendirle homenaje al deporte más hermoso.
Y ahí está Dios, en el abrazo inextinguible entre un padre y un hijo, compartiendo el mismo grito, entre dos amigos abrazados unidos por el amor a los colores. Es Dios el que habita en un nene corriendo y flameando la bandera de su país. El que quiera creer que crea, pero yo estoy seguro que algo tan hermoso y que produce tanta alegría tiene que venir de Dios. TIENE QUE VENIR DE DIOS.
Por Ezequiel Pablo Pernica.
Ave María y Adelante...!
De Colores...!