En 1917, en Fátima, la Virgen se manifestó a 3 niños: Lucía, Francisco y Jacinta; campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir.
Los 3 primos pasaban el día en el campo con su rebaño cuando fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta. Entonces un viento fuerte sacudió los árboles... Vimos que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura. Era un joven de 14 o 15 años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal. Nos dijo: "No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo". Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir 3 veces estas palabras: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Luego, levantándose, dijo: "Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas". Jamás olvidamos esas palabras y, desde entonces, pasábamos largos ratos repitiéndolas hasta el cansancio.
Durante el verano el ángel se presentó una vez más, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de Portugal. Pasó el tiempo y los 3 niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando una luz empieza a brillar sobre ellos.
Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, con un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre sobre el.
El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó y nos hizo repetir 3 veces: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo...". Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco...
El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917.
El 13 de mayo era domingo. Después de Misa, fueron con sus ovejas a Cova da Iria. Mientras jugaban, fueron asustados por unos rayos. A los pocos pasos, vimos a una Señora, de blanco, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal con agua, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro y medio de distancia, más o menos... La Señora con voz amable invitó a venir al mismo sitio durante 6 meses consecutivos, los días 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra".
Los 3 habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía.
En casa, no les creyeron y prefirieron no hablar más y esperar a que llegara el 13 de junio.
Ese día los pequeños llegaron con muchos curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, la Virgen le dijó: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios".
Luego añade Lucía en su libro: En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación. Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.
El hecho no pudo ser ignorado: el pueblo no hablaba de otra cosa, entre asombro e incredulidad.
La mañana del 13 de julio, a los 3 niños en Cova da Iria, los esperaban unas 2.000 personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía le preguntó a la Señora quién era; y le pidió un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que los haría creer. Y antes de alejarse, mostró a los niños el infierno y dijo que la guerra terminaría, pero que si los hombres ofendían a Dios, en el pontificado de Pío XII habría una peor. Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es signo que Dios de que está por castigar al mundo por sus crímenes, por la guerra, el hambre y la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la Comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la Paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz...
Después de esta aparición, Lucía fue interrogada por el alcalde, pero no reveló los secretos.
El 13 de agosto, la multitud era innumerable, pero los niños no llegaron. A mediodía en punto, todos vieron el relámpago y la pequeña nube luminosa. Los 3 pastorcitos habían sido retenidos por el alcalde, amenazados para que revelen el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo otro interrogatorio pero los niños no abandonaron su silencio.
Finalmente liberados, fueron el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.
Los 3 pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración, ayuno y sacrificios.
El 13 de septiembre, hay 20.000 personas. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció junto a un globo luminoso: invitó a los niños a orar y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra.
El 13 de octubre es el día del milagro. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero miles de personas pernoctan en el campo para asegurar un buen puesto.
Al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice el fin de la guerra. Luego alza las manos, y la lluvia cesa, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando luces de colores, lo cual se repite 3 veces. Mientras tanto la Virgen sube al cielo, y junto a ella los 3 pequeños videntes ven a san José con el Niño. Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, pero la fama de Fátima se difunde por el mundo. Entre tanto las predicciones se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere en abril del 19, y Jacinta en 1920, después de varios sufrimientos y una dolorosísima operación.
El 13 de octubre de 1922 se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: "Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima".