“Aunque la mayoría lo desconoce, llamar Lucifer al Diablo es un error que acarrea la humanidad desde hace siglos, ¡El verdadero Lucifer es Jesucristo!”
Desde el principio de los tiempos, los hombres se preguntaron cuál era el origen de los males que sufrían, y creyeron que debería existir un “algo” lleno de maldad, una fuerza extraña que provocaba todas las catástrofes. En un principio no les importó cual era el origen de éstas fuerzas pero mas tarde surgieron 2 leyendas diferentes para explicar su origen, una de estas, la mas conocida, explicaba que cuando adán fue creado, por ser su figura hecha a imagen y semejanza de Dios, todos los ángeles debían adorarlo, pero, debido a su soberbia, Satanás (entonces un Ángel) se negó, y por esto Dios lo expulsó del paraíso; y desde entonces, Satanás busca arruinar la felicidad del hombre así como Adán arruinó la suya. Lo extraño es que ni sobre esta, ni sobre la otra leyenda, que no es necesario citar, la Biblia no dice una sola palabra; sólo se menciona algo sobre un tal “Lucifer” (uno de los nombres atribuidos a Satanás junto con: Semyasa, Mastema, Belial y Belcebú) en un pasaje de “Isaías” que dice: “Cómo ha acabado el tirano. Cómo ha acabado su soberbia... La tierra ahora está tranquila y quieta, y grita de alegría... Bajo la tierra los infiernos se estremecieron por ti, y salieron a recibirte... Tu soberbia ha sido arrojada a los infiernos. Tienes una cama de gusanos y tus frazadas son las lombrices. Cómo has caído del cielo Lucero (en latín “Lucifer”), hijo de la aurora, has sido abatido a tierra... Tú que decías en tu corazón ‘subiré hasta el cielo, pondré mi trono encima de las estrellas de Dios, me sentare en la montaña donde se reúnen los dioses, subiré a la cima de las nubes, seré semejante a Dios’. Pero ¡ay!, a los infiernos has sido arrojado. A lo más hondo del pozo” (Is 14, 4-15).
Los santos padres, al comentar éste himno, decían que cantaba la caída de Satanás. Pero hoy los estudiosos de la Biblia afirman que el himno celebra la muerte de un rey de babilonia (cuyo nombre no sabemos), y no la caída de Satanás. Se trataba de un rey tan orgulloso y altanero que se creía un dios. Por eso Isaías, burlándose lo llama Lucero (la estrella mas magnifica y brillante del amanecer , venerada como un dios). Ese rey babilonio terminó sus días como cualquier mortal, bajando a los infiernos (o “sheol”, donde se pensaba que habitaban los muertos). Por eso Isaías, se burla del monarca, comido por los gusanos. El haber creído que este himno se refería al Diablo, llevó a pensar que “Lucero” era el nombre del Diablo; y como “Lucero” en latín se dice Lucifer, al diablo se lo empezó a llamar Lucifer; de ahí que durante siglos, y hasta el día de hoy a Satanás se lo denomina, erróneamente “Lucifer”.
Sin embargo este pomposo nombre (que significa “El portador de la Luz”), en el Nuevo Testamento se lo da 3 veces, y con toda propiedad ¡a Jesucristo! (2Ped 1, 19; Apoc2, 28; 22, 16). O sea que para el Nuevo Testamento Lucifer es Jesucristo y no Satanás.
A pesar de lo que comúnmente se cree, la Biblia no dice una sola palabra sobre el origen del diablo; este origen está narrado en unas leyendas que se encuentran e los libros Apócrifos, (es decir los que no fueron incluidos en el texto sagrado).
Sea cual fuere el origen del mal y de nuestras tentaciones, lo cierto es que nada puede llevar al hombre hacia el mal, si el hombre mismo no lo permite. Muchos cristianos viven en una especie de infantilismo moral, culpando siempre a poderes maléficos y a influencias perversas por todo lo malo que ocurre, cuando son ellos mismos los que, con su actitud libre y voluntaria, permiten ese mismo mal; y en lugar de buscar fortalecer su propia voluntad y su fe, con la fuerza que da Dios, se sienten impotentes y torpes juguetes en manos de poderes extraños.
Quien está del lado de Jesucristo nunca podrá ser vencido por ningún otro poder, cualquiera sea su origen. Porque él ya lo ha dicho: “No teman, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
Enviado por Juan Pablo Cantarelli, Jor. XXXIV.
Basado en: “Enigmas de la Biblia 6” (Ariel Álvarez Valdés)