19 de mayo de 2010

La Visita a las 7 Iglesias...

La alarma del reloj sonó a las 6 de la mañana, hacía ya 2 horas que me había tendido en la cama a escuchar música para descansar; comprendí que debía darme prisa para llegar a la cita, ya que como toda persona que se crió fuera de la vorágine de la Gran Metrópolis, necesito tomarme mi tiempo y salir temprano para no llegar tarde a todos lados.
Desconocía por completo la “tradición” de visitar 7 Iglesias en la mañana del Viernes Santo, era algo nuevo para mi de lo que sólo me había enterado 2 o 3 días antes por medio de una invitación del Movimiento de Jornadas publicada en Facebook.
Me vestí despacio y salí andando tranquilo, sin apuro; como el Centro de Avellaneda me quedaba a trasmano, tenía que caminar 15 cuadras hasta poder tomar el autobús. El día estaba perfecto, hermoso, hacía menos de 20 grados y una espesa capa de nubes gris plomo cubría el cielo por completo pero sin amenaza concreta de lluvia, y el pavimento estaba mojado por la humedad dando la impresión de que hubiera estado lloviendo durante toda la noche.
Las calles estaban desiertas, esa mañana no andaban ni los perros vagabundos que solía ver por allí, no se si era demasiado temprano o porque se había dado la extraña combinación de ser un Viernes Santo y además, 2 de Abril, el día de los Caídos en Malvinas.
Realmente disfruté de hacer ese camino a pie y de poder transitar por la principal avenida de Barracas, Montes de Oca, a mi antojo, toda para mi, incluso caminando a paso lento por el medio de la calle.
El autobús tardó en venir, lo esperé por más de 20 minutos y cuando por fin se dignó a aparecer
estaba casi vacío, incluso pude elegir dónde sentarme, algo inusual en cualquier 17 que se tome desde la Capital hacia Provincia en todo momento del día en que se lo intente; sólo 4 pasajeros adormilados además del conductor, que me miraron con sorpresa y un cierto dejo de recelo.
Debido al casi nulo tránsito que había ese día, en sólo 10 minutos cubrimos el trayecto que separa Barracas de Avellaneda, cuando por lo general se hace en casi media hora, por lo que al mirar la hora cuando bajé, me di cuenta de que estaba casi una hora adelantado y comencé a pensar que tendría que buscarme algo para hacer en la siguiente hora y media, ya que por lo general, la gente no suele ser demasiado puntual por estas latitudes...
Comencé a caminar lentamente la cuadra y media que me separaba desde ese punto hasta la
Catedral, disfrutando del espléndido día, entrecerrando los ojos ante cada suave ráfaga de aire húmedo y fresco que anunciaba la proximidad del otoño y analizando cada uno de los olores que éstas me acercaban, admirando el profundo silencio que reinaba en todos lados hasta que de pronto, una dulce música que venía desde el lugar hacia donde me dirigía alteró esa paz y me hizo redoblar el paso lleno de curiosidad.
¿Quién podía estar interpretando el Toque de Queda en vivo en ese mismo momento y en ese determinado lugar? De pronto recordé qué fecha era esa, 2 de Abril, el día en que honramos a nuestro Héroes de Guerra, o en todo caso, eso deberíamos hacer; particularmente en mi familia, el asunto tiene mucha trascendencia ya que tengo un primo que fue a pelear cuando estuvo en la Marina, y lo poco que cuenta es que la pasaron realmente muy mal...
Cuando llegué a la Plaza me encontré con un panorama desolador y una gran decepción: el lugar estaba lleno de policías (que eran los organizadores del homenaje) y no había casi ningún civil, sólo algunos viejos curiosos que habían ido a comprar el periódico o a pasear sus perros y un puñado de trabajadores de la limpieza de los espacios públicos que cuchicheaban curiosos y sólo aprovechaban el acto para hacer un alto en el trabajo.
Asistí al acto con gran orgullo y emoción, ya que había llegado en el instante mismo en que
comenzaban a tocar el Himno y parecía que me hubieran estado esperando; al cabo del mismo, crucé la Plaza en dirección a la Catedral, no había nadie en el lugar, ningún indicio, empecé a sospechar que la actividad no se realizaría, pero como aún faltaban 20 minutos para la hora pactada, decidí esperar adentro, donde aprovecharía para rezar, que era en realidad a lo que había ido...
Al ingresar, me encontré con un clima muy especial...todo parecía estar dispuesto como en un
velatorio, sentía que estaba ingresando en uno, con luces púrpura anaranjadas muy tenues, que asemejaban el resplandor de las velas, y el Santísimo oculto bajo un grueso paño de terciopelo al tono...me estremecí al ver esa ambientación y me quedé simplemente pasmado, observando tieso el panorama desde un rincón, ni siquiera atendí a 2 ancianas que se agolparon en salir apuradas al verme y casi me llevan por delante, ni me importó. Cuando pude reaccionar y volver a moverme, avancé hacia el improvisado simulacro de sepulcro y comencé a orar...
Después de lo que parecieron 5 horas salí de la Catedral y encontré un grupo de jóvenes en la puerta, del lado de afuera, inmediatamente reconocí a unos de los auxiliares de mi Jornada. Una de las chicas dijo reconocerme y por fin me acerqué tímidamente a saludar.
Eran más de las nueve y media cuando empezamos la “travesía” y volvimos a entrar a la Catedral para comenzar nuestro camino con una oración muy emotiva, incluso se sumó gente que estaba en el lugar y no tenía nada que ver, pero la Palabra de Dios es para todos, y cuanto más puedan compartirla, mejor.
Iniciamos el camino de las 7 Iglesias por un recorrido que luego reconocí como familiar, porque en parte de Lanús seguimos la ruta del 20, que tomo 3 veces por semana para ir a la Universidad y aun hoy, un mes después, cuando estoy viajando sigo con la mirada y recorro mentalmente los lugares por donde pasamos ese día y me acompaña como un recuerdo hermoso.
Por el camino viví muchas emociones y tuve el agrado de conocer a personas maravillosas: un
militante de la Acción Católica; un músico que no conocía ninguna de las canciones metaleras que le tarareaba, varias chicas y muchachos con muy buena onda y hasta un matrimonio con su pequeño hijo, además tuve la posibilidad de compartir una charla con mi auxiliar a quién no había tenido la chance de conocer bien a fondo y saber que ama la música tanto como yo. Cómo dato curioso se puede mencionar ese “molesto” grupo que nos llevaba la delantera y parecía haber “comprado” el mismo recorrido veníamos siguiendo y que salía de cada Iglesia a la que ingresábamos…
La frutilla del postre fue el viaje de vuelta que hicimos en moto desde la Casa Amarilla, bajo un suave y persistente rocío que no llegaba a ser llovizna y hacía parecer que los autos que rebasábamos anduvieran más rápido de lo que en realidad iban, lo que daba ese efecto de mayor velocidad.
Lo que más me emocionó es que me hayan pedido leer e interpretar la Palabra en una de las Iglesias, me hizo sentir parte de esa mini-comunidad que se había formado y no esperaba que me fuesen a integrar de esa manera, creía que sólo sería un mero espectador pasivo o acompañante y fue para mi una gran satisfacción el poder participar plenamente.
Fue una experiencia muy enriquecedora que recomiendo para todos aquellos que no hayan podido participar este año, que se sumen el próximo, si Dios quiere, allí estaré!

Con cariño... Fernando... (J.XXXVII)