21 de noviembre de 2009

Entrevista a Mamerto Menapace...

Nos cuenta su vida el Sacerdote, Escritor y Monje Benedictino del Monasterio Santa María de Los Toldos.

En breve... Su vida antes del Seminario, su familia, personas significativas, gustos. Nací un 24 de enero de 1942 en un puesto de la Estancia la Diamela, al norte de Malabrigo. Era un lote de campo que alquilaba la familia de mi padre, como chacarero independiente. Soy el 9° de 13 hermanos. A mi padre, en 1935, tuvieron que amputarle la pierna izquierda. Su curación, mi familia siempre considero como milagrosa, y fue atribuida a una Reliquia de Fray Mamerto Esquiú, que el Padre Luque, Sacerdote Franciscano, colocó bajo su almohada en los momentos cruciales. Yo nací 7 años después, y en recuerdo de aquella ayuda milagrosa me pusieron los nombres de Mamerto, y Francisco para estar bajo la protección de los dos. Mi abuela paterna se llamaba Virginia Giuliani y era hermana del Padre Ventura, famoso misionero de las reducciones franciscanas de Laysí, Pirané y Tacaglé en Formosa. Para mi familia este era un personaje legendario de quien se contaban acciones rayanas en lo novelesco y milagroso. Tanto mi abuelita, como el Padre Ventura fueron para mí 2 figuras que me iluminaron la infancia y me hicieron entusiasmar en la vocación misionera.
¿Cómo y en qué momento recibió el llamado a la Vocación Sacerdotal? Creo que nací con una doble vocación: ser misionero, o folklorista. Desde chiquito soñaba con tocar la guitarra e irme a la ciudad a contarles las cosas del campo, que me apasionaban. Pero en otros momentos se me cambiaban los roles y me veía misionero como mi tío abuelo, llevando la palabras de Dios a los indios del norte. La abuela Virginia solía reunirme con otro de mis primos de casi la misma edad para leernos pasajes de la Biblia, en un viejo libro grandote que contenía partes de Historia Sagrada ilustradas con grandes dibujos. Me los sabía de memoria y me identificaba con ellos.
Como iba a una escuelita de campo que sólo llegaba a 4° grado, al estar por finalizar estos, con sólo 10 años, dejé mi pueblo por primera vez y me largué sur abajo para venir al Monasterio Benedictino de Los Toldos. Aquí con otros chicos de mi misma edad completé mi primaria, y me preparé para rendir como alumno libre los 3 primeros años de la secundaria. Finalicé esta etapa con los Hermanos Maristas de Luján recibiéndome como Maestro Normal Nacional hace exactamente 50 años, cuando estaba por cumplir los 17. Durante esos 7 años de estudio visité sólo una vez a mi familia en el norte. Pero esto era lo normal en aquellos años.
Una anécdota, de alguna situación vivida que haya marcado su vida y le haya ayudado a crecer. Creo que en el año de noviciado y los 2 de filosofía que cursé en Los Toldos ya como Monje a partir de mis 17 años, fueron decisivos para integrar en mi vida las 2 realidades: la vida Monástica y la Sacerdotal. Luego fui por 4 años a Chile a estudiar la teología en el Monasterio de Los Condes. Estudios que coincidieron con los años del Concilio y del despertar espiritual de la Iglesia. Allí fui ordenado de Diácono al comenzar mi 4º año, y 2 años después me ordené Sacerdote el 4 de diciembre de 1966 en Los Toldos, donde trabajaba como ecónomo de la Comunidad y Administrados de las tareas rurales.
Luego iría por 2 semestres completos a Europa, para completar estudios de Biblia, y aprender idiomas.
Al momento de sentarse a escribir, ¿En qué se inspira? ¿Alguien fue su modelo o lo incentivó a seguir haciéndolo? Generalmente todo lo que escribo, pasó primero por un estado oral. Es decir, lo conversé con otros, lo prediqué o me tocó comentarlo en charlas y cursos o retiros. Por eso, fundamentalmente mis 3 grandes campos de los ya casi 40 libritos publicados están en las áreas de reflexiones bíblicas que son fruto de los cursos. Otros son colecciones de cuentos de la tradición popular, narrados en las charlas y encuentros con jóvenes o con familias. Y hay un tercer grupo que nacen de experiencias fuertes, o de reflexiones sobre valores fundamentales.
Literariamente me significaron mucho Ricardo Güiraldes, José Hernández, Leonardo Castellani entre los argentinos. Y sobre todo Antoine de Saint Exupery entre los de afuera. Por supuesto que también leí muchos otros autores y de todos saqué un poco.
¿Qué piensa de los riesgos de los jóvenes de nuestra sociedad, en cuanto a causas y posible acción pastoral? ¿Qué pistas puede dar a los agentes de Pastoral Juvenil para poder actuar de manera preventiva y como auxilio de los jóvenes? La doctrina ilumina. Los ejemplos arrastran. De veras: el mejor aporte que podemos brindar es nuestra propia conducta y la coherencia entre lo que decimos y lo que nos ven hacer. Con todo, a pesar de nuestras propias debilidades y falluterías, no debemos dejar de insistir en nuestros valores. Una manera de querer sinceramente a los jóvenes es decirles la verdad de lo que vemos y de aquellos en lo que creemos, aunque sepamos por experiencia lo difícil que es a veces el vivirlo con sinceridad. Pero las cosas no son ciertas porque nosotros seamos perfectos, sino que tenemos que tratar de ser buena gente porque creemos en todo ello.
¿Qué mensaje quiere dejar a los jóvenes de nuestra Comunidad del M.J.V.C de la Diócesis de Avell. Lanús? Creo en el Proyecto de Dios para cada uno de ellos. Su vida tiene un sentido, y Dios conoce el misterio que cada uno lleva por dentro, para su propia felicidad y para el bien de todos. Pero es trabajoso descubrir este misterio en cada uno de nosotros y luego es exigente el vivirlo bien. Por eso hay una frase que me gusta repetir, primero para mi mismo, y luego para decírsela a los jóvenes: Cree en tu misterio. Desconfía de tus criterios.

Mamerto Menapace.
Monje de Los Toldes.