Como todos los días me bajé del 12 en la parada de Av. Entre Ríos pasando Belgrano y crucé la calle para retomar Moreno a pie.
En la esquina de Belgrano y Entre Ríos estaba el supermercado Disco. Allí estaba en una de sus vidrieras una variedad de televisores en oferta. Todos ellos anunciaban la misma noticia.
La agencia internacional de noticias Reuters anunciaba el fallecimiento de Karol Wojtyla, el Papa Juan Pablo II. Era otoño del 2005 y todas las tardes cursaba en el instituto de periodismo.
Semejante noticia me dejó tan helado que perdí la noción del tiempo, me quedé enfrente a los televisores para recibir más información.
De lo que no me dí cuenta hasta que pasaron unos minutos fue de que yo no era el único que me había detenido a observar aquella vidriera. Ya éramos más de cinco personas las que paramos la rutina, nuestro camino diario para contemplar lo que estaba pasando. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía ser que existiese alguien tan lejano pero tan cercano a la vez ?
No había datos para desarrollar la noticia, así que las pantallas solo repetían constantemente lo mismo.
El sonido del celular me distrajo. En la pantalla figuraban cerca de 10 mensajes sin leer de familiares y amigos. Todos anunciando la mala noticia.
Regresé a mi casa como si se tratara del fallecimiento de un familiar. En cierto modo lo era. Para cuando llegué la noticia había sido confirmada. Luego hubo una escena que me puso la piel de gallina. Eran millones las personas que se congregaban en la plaza de San Pedro para despedir al Santo Padre. Nunca jamás mejor dicho. Santo. Nadie era capaz de quitarle ese rotulo. Santo.
Toda mi familia se había reunido alrededor de la televisión de la cocina. Todos en silencio. Atrás mío se escuchaba el llanto de mi mamá que no podía contener las lágrimas. Si duda no era la única.
¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía ser que existiese alguien tan lejano pero tan cercano a la vez ?
Para evadir el incomodo momento recordó cuando junto con mi papá fueron a verlo en una de sus visitas a la Argentina. Yo recordé, la primera vez que lo vi por televisión. Era el partido inaugural del Mundial de Futbol de Italia 90 en Milán.
¿Cómo podía ser? Qué lo conociéramos tanto sin siquiera conocerlo personalmente.
Alguien tan querido, que rompió las barreras de la indiferencia cuando fueron miles los que no eran católicos o que no compartían nuestro compromiso por la Iglesia pero sin embargo estaban tan afligidos como nosotros ese día.
¿Cómo alguien podía ser tan humano?
¿Cómo alguien puede dar semejante testimonio de perdón y compasión, visitando y perdonando a aquél que quiso acabar con su vida?
¿Cómo alguien puede dar mensajes de esperanza aún en la agonía, cuando la llama de la vida se está por extinguir?
"Si Cristo no se bajó de la cruz, yo tampoco lo haré ".
Luego de todo esto pensé: ¿Qué más le quedó por hacer? ¿Acaso quedó algún corazón por conquistar? ¿Algún mensaje que aún no haya dado? No con palabras sino con acciones.
Católicos y no católicos entristecidos por igual y compartiendo nuestro dolor. La tierra lloraba a uno de sus seres más queridos pero en el cielo, seguro todos lo recibían con alegría: "Bienvenido a casa Karol". De ahí en más jamás recordé su muerte con tristeza.
Con su fallecimiento me enseñó que la muerte, es en verdad, un paso a la vida.
¿Cómo podía ser? Solo un hombre Santo. Solo un hombre Santo puede ser capaz de todo eso y más.
Por Ezequiel Pernica (J.XXXVIII)
Ave María y Adelante...!
De Colores...!